El profesor de nuestra Escuela, Raúl Compés, ocupa el cargo de vicepresidente de la Asociación Europea de Economistas del Vino (EuAWE) que, formada por alrededor de 50 expertos europeos, tiene el objetivo de desarrollar la investigación en el campo de la economía vitivinícola.
Compés es el único español que forma parte del Consejo Directivo de la Asociación. Además, en 2019, la Organización Internacional Viña y el Vino (OIV) premió la publicación El sector vitivinícola frente al desafío del cambio climático. Estrategias públicas y privadas de mitigación y adaptación en el Mediterráneo, coordinada por Raúl Compés junto con Vicente Sotés, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, y editada por Cajamar.
Hemos hablado con el profesor Compés acerca del sector vitivinícola y su importancia en la Comunidad Valencia y su posición en Europa.
-Raúl, ¿Cuál es la importancia del sector vitivinícola en la Comunidad Valenciana?
No es suficientemente conocida la importancia del sector vitivinícola para la Comunidad Valenciana. Hay dos ámbitos en los que su peso es especialmente significativo. En primer lugar, en materia de superficie, donde el viñedo ocupa casi el 10% de las tierras de cultivo de la región, porcentaje que casi duplica el dato correspondiente a nivel nacional, lo que resulta un indicador inequívoco de su valor territorial.
En segundo lugar, en el logístico-comercial, donde el puerto de Valencia ha desempeñado históricamente un papel fundamental como centro de distribución de vino, conectando al sector con los grandes mercados internacionales.
En la actualidad, las redes de transporte y los modelos de negocio dominantes para el sector han cambiado, y el peso de las exportaciones de vino en el comercio exterior valenciano se ha reducido, pero lo interesante es que las ventas al exterior, junto con el mercado local, siguen siendo la principal vía de crecimiento para muchas bodegas valencianas, lo que mantiene la conexión internacional como un ámbito estratégico, como ocurre con otros productos del sector agroalimentario.
-¿Qué lugar ocupa en el ámbito nacional y europeo?
España es una potencia mundial en vino: tiene la mayor superficie de viñedo, es el tercer país productor y, desde 2014, es el primer exportador en volumen. El valor económico de la producción es muy variable, ya que los rendimientos son muy irregulares, pudiendo caer, en años de baja cosecha, a 22 millones de hectólitros (1994) y llegar, en años de buena cosecha, a 52,5 millones (2013). Estas oscilaciones afectan al comercio exterior, pero no impiden que las exportaciones de vino sean muy importantes en el total de las españolas, tanto agroalimentarias como globales, a las que aporta aproximadamente el 1% en valor.
En lo que se refiere a la UE, es el primer actor de la industria vitivinícola global, ya que supone el 45% de la superficie mundial de viñedo, el 65% de la producción de vino, el 60% del consumo y el 70% de las exportaciones. Esta última dimensión es especialmente relevante, ya que las exportaciones comunitarias de vino (que se computan junto con las de vermú, sidra y vinagre) constituyen la partida más importante del comercio exterior agroalimentario de la UE, con un valor de 12.796 millones de euros en 2019.
-¿Cuál es el principal reto de futuro al que se enfrenta este sector?
Sin contar con los efectos de la crisis actual del coronavirus, que pueden ser dramáticos para muchas bodegas -al menos en este año-, el sector valenciano, y español, se enfrenta a varios problemas estructurales. Quizás los más conocidos y limitantes son el relativamente reducido consumo interno y el elevado peso de los graneles, que va unido a una diferenciación insuficiente, de lo que se deriva una gran oportunidad para la creación de valor.
Quizá menos conocidos, pero también importantes, son los problemas de relevo generacional, disponibilidades de mano de obra cualificada y reducido precio de la uva, si se compara con la calidad comercial del vino que se puede obtener de ella. También se podrían citar aquí retos como la utilización de la viticultura de precisión y la mejora de las estrategias comerciales en línea, tanto en Internet como en las redes sociales.
-¿Sería el cambio climático el principal problema que debe afrontar el sector?
A medio plazo es uno de los más importantes, sobre todo en las regiones mediterráneas, más vulnerables que el resto, y donde ya la uva se está cultivando en el umbral de las “condiciones óptimas” ambientales. En estas zonas, un aumento de las temperaturas, una reducción y concentración de las precipitaciones y una disminución de las noches frías va a agravar algunos de los problemas ya existentes de erosión, stress hídrico, enfermedades y golpes de calor. Las consecuencias negativas sobre la cantidad, la calidad y la tipicidad de los mostos pueden ser muy importantes.
¿Estamos preparados para hacerlo y, sobre todo, estamos concienciados?
Conocemos cuáles son las medidas de adaptación más importantes y tenemos las tecnologías necesarias para ello, pero hay tres problemas que limitan su implementación: a) necesitamos un conocimiento mucho más detallado de las condiciones y los impactos a nivel micro -en cada viña-, b) necesitamos acercar al productor al mundo de la investigación, el desarrollo y la innovación y c) en muchos casos, los cambios conllevan un coste de inversión que no es fácil de realizar por parte del viticultor, que recibe un precio por las uvas que en algunos segmentos no cubren sus costes de producción, lo que explica el arranque y la reconversión de muchos viñedos.
-¿Es nuestro vino valorado en el resto del mundo?
La situación es contradictoria, ya que se valoran positivamente en concursos y guías, pero los precios medios son bajos. Esta situación es en parte consecuencia del elevado peso que tienen en nuestras exportaciones los graneles, que son la materia prima de esta industria. Si bien no hay que estigmatizarlos, lo cierto es que una industria excesivamente granelera captura poco valor comercial del generado en la cadena, y tiende a favorecer un modelo basado en el tamaño y la gran empresa. La situación se repite en todos los grandes segmentos -espumosos, graneles y envasados- donde los precios medios de exportación españoles son los más bajos del mundo; y los equivalentes valencianos están entre los más bajos de España.
-¿Cuál es nuestra principal ventaja competitiva?
En estos momentos, como se ha explicado antes, nuestros precios medios, reducidos en relación con la calidad de los vinos, aunque es una ventaja frágil y quizá no sostenible. También es un indicador de un problema comercial y una insuficiente segmentación de mercados.
-¿Qué líneas de investigación existen en Europa en el campo de la economía vitivinícola?
Hay tres líneas centrales: marketing -convencional y digital- y análisis del comportamiento del consumidor; mercados internacionales y competitividad y gestión empresarial, incluidos costes y rentabilidad. Además, reciben una atención creciente las estrategias de diferenciación; el papel de las señales y los prescriptores; el cambio climático y la sostenibilidad, el enoturismo y los big data.
-¿Qué beneficios pueden aportar esas líneas al sector y cómo se pueden beneficiar las bodegas valencianas?
El vitivinícola es un sector muy heterogéneo, y en él coexisten explotaciones vitícolas y bodegas de distintos tamaños, naturaleza jurídico-empresarial y modelos de negocio. Cada una tiene una posición competitiva diferente y, por tanto, debe buscar aquellas líneas de investigación, desarrollo e innovación que mejor se adecuen a sus necesidades. Todas las bodegas valencianas pueden ver las líneas citadas oportunidades para mejorar su viabilidad.
–Cada vez más, estamos viendo bodegas gestionadas por gente joven que quiere introducir el vino entre la población más joven. ¿Es una buena opción para extender el consumo de vino?
Si, todas las opciones que sean sostenibles son buenas, y esta lo es especialmente, ya que genera una empatía generacional muy necesaria en un tiempo en el que el consumo de la población más joven no garantiza el relevo generacional en el mercado interior.
-Con la crisis del coronavirus, algunas voces comentaban que el vino es un producto de primera necesidad. ¿Cómo está afectando esta crisis al sector?
El vino es un producto agroalimentario que, en nuestra cultura, y en la de otros países mediterráneos como Francia e Italia, está íntimamente ligado a la alimentación. Pero esta conexión es más débil que en el pasado, y en otros países no existe, ya que el vino es una bebida social asociada a un modelo de consumo hedónico e, incluso, aspiracional. Esto significa que, cuando llega una crisis brutal como está, su consumo se resiente; menos quizá que otros productos, pero más que los “esenciales” de la alimentación.
Si se suma esta componente sociocultural al cierre de la hostelería y al de numerosos mercados internacionales, el efecto para el sector puede ser demoledor, sobre todo para las bodegas más especializadas en estos segmentos. Muchas están recurriendo intensamente estos días al comercio electrónico, pero hace falta tiempo y un gran esfuerzo para compensar la caída y los cambios en la demanda que se pueden producir.
-Para ir finalizando, un mensaje de optimismo. ¿Es el sector vitivinícola un sector de futuro?
El vino es muchas cosas a la vez. Es viticultura, enología y negocio, pero es también cultura, patrimonio, paisaje, comunidad y, sobre todo, pasión. Pocas actividades productivas en el mundo combinan tantos ingredientes con tan buenos resultados en prácticamente todos los países del mundo. El del vino es un lenguaje universal, como la música o el arte; hay modas y costumbres, pero no hay fronteras insalvables para los buenos vinos. Llevamos, como humanidad, más de 8 mil años elaborando y bebiendo vino, y su consumo lo hemos asociado, a lo largo de todo este tiempo, a los más nobles y sagrados cometidos. No hay motivos para pensar que esto vaya a cambiar en el futuro radicalmente. La crisis pasará y el sector se adaptará.
-¿Qué puede aportar la Escuela para que así sea?
La escuela tiene capacidad para formar a los técnicos que el sector vitivinícola necesita, ya que dispone de todos los recursos humanos y tecnológicos para ello. Sus grados de ingeniería y tecnología de alimentos son, en general, dos magníficos caminos para llegar al Máster de Enología. La Escuela cuenta con profesores especializados en la docencia y la investigación en las grandes áreas de formación en el mundo del vino: viticultura, enología y economía, marketing y gestión. Cuenta incluso con una bodega de elaboración para que los alumnos puedan practicar algunas de las enseñanzas teóricas centrales de su formación, y sus vinos están presentes en todas las celebraciones de la casa.