Amparo Chiralt es investigadora de la Universitat Politécnica de València (UPV) y profesora de nuestra Escuela. Tras haber sido reconocida como uno de los científicos más influyentes del mundo, hemos hablado con ella de investigación, de ciencia y de las claves para tener éxito en la vida.
Amparo, ¿qué ha supuesto para ti este reconocimiento como investigadora?
Ha sido una grata sorpresa. Siempre he intentado hacer las cosas lo mejor posible, pero nunca buscando el reconocimiento. Los temas de investigación, a veces, se ponen de moda porque adquieren una relevancia temporal importante. El hecho de que yo, en un momento determinado, eligiera investigar en el desarrollo de materiales poliméricos biodegradables, que hoy en día es un tema relevante, con un gran impacto social, por el desastre medioambiental que ha supuesto el uso masivo de los plásticos, puede haber influido en este reconocimiento.
¿Cuál es tu campo de trabajo?
Mi campo de trabajo desde 1984 ha sido la tecnología de los alimentos, un área en la que hoy en día el desarrollo de materiales biodegradables para el envasado es muy importante porque se utilizan plásticos de forma masiva en el envasado de los alimentos para su mejor conservación, y el reciclado y la reutilización de estos materiales son muy limitados, entre otras cosas, por su carga contaminante.
Envasar los productos alimenticios es necesario porque el envasado es una garantía de seguridad, ya que, entre otras cosas, evita que se contaminen y permite alargar la vida útil del producto. Por tanto, se hace totalmente necesario buscar materiales que tengan esta utilidad y que sean biodegradables, que no tengan impacto medioambiental y que, además, puedan ser obtenidos de fuentes renovables. En este momento el esfuerzo investigador en este tema es elevado porque hay que aportar soluciones.
¿Cuál ha sido tu trayectoria como investigadora?
Hice la tesis doctoral con el profesor Eduardo Primo Yúfera y mi inicio en investigación fue con la obtención en productos naturales de plantas con actividad biológica frente a insectos y microorganismos, que es un tema que actualmente también está de moda, para limitar la aplicación de plaguicidas sintéticos que afectan negativamente al medio ambiente y a la salud del consumidor.
En aquel momento, Eduardo Primo Yúfera ya tuvo la visión de que había que reducir los plaguicidas sintéticos porque tienen una repercusión negativa para la salud y que había que buscar alternativas que permitieran una lucha contra las plagas que fuera más sostenible y ecológica.
Luego ya me pasé al área de tecnología de los alimentos en 1984 y he estado trabajando siempre en esta área, desde una aproximación físico-química a los alimentos y los procesos alimentarios. Desde una perspectiva fundamental, qué cosas ocurren en los sistemas alimentarios durante su procesado que puedan tener un impacto para mejorar las condiciones del proceso o para mejorar las propiedades del producto.
En los últimos 15 años reenfoqué la investigación hacia el ámbito del desarrollo de materiales para recubrimiento y envasado de alimentos, de carácter biodegradable y portadores de sustancias activas de origen natural, que puedan tener propiedades antimicrobianas y/o antioxidantes. Esto permite que los materiales tengan un valor añadido, propiedades activas beneficiosas para alargar la vida útil del producto.
¿Llegaremos algún día a ver en el mercado este tipo de materiales de envasado?
Yo creo que sí. Hoy en día, todavía no tienen un puesto destacado el mercado porque los polímeros sintéticos son fantásticos desde el punto de vista funcional y porque su producción es muy competitiva en coste y si una empresa encuentra en el mercado un material con muy buenas propiedades y buen precio, es difícil que cambie a otro que no sabe cómo le va a funcionar. Para que esto ocurra, es necesario que haya una regulación adecuada para limitar el uso de los plásticos sintéticos.
Y también hará falta concienciación.
Por supuesto, yo creo que la concienciación existe, pero cuando las empresas hacen números, no siempre es fácil la toma de decisiones en la dirección adecuada desde el punto de vista medioambiental. De hecho, hay materiales biodegradables en el mercado, pero hay que seguir avanzando. Al final, la producción está siempre regulada por normativas que establecen los límites para el uso de determinados ingredientes, componentes… Hay que crear una cultura de trabajo con esas premisas. Y cuando se consiga eso, estaremos en mejor situación para mejorar nuestro entorno.
¿Entonces a medio plazo se puede conseguir?
El problema es que la funcionalidad de los materiales biodegradables no es tan buena como las de los polímeros sintéticos. Eso es una limitación que hay que superar. Yo creo que iremos avanzando, pero los avances son más lentos de lo que sería deseable. Yo, desde luego, sigo trabajando en este campo porque lo considero totalmente necesario para conseguir el objetivo: reducir la acumulación de plásticos en el planeta.
¿La mujer investigadora nace o se hace? En decir, en tu caso, cuando eras pequeña, ¿qué querías ser de mayor?
Bueno, la vida está llena de sorpresas. Yo me he criado en la huerta y siempre he sido muy soñadora. Soy de una familia humilde del campo, pero siempre soñé con estudiar porque me encantaba saber. Por una serie de decisiones casi inconscientes, hice la licenciatura en Químicas. Me parecía que con la Química iba a poder entender casi todo y eso me parecía fantástico. En cuanto acabé los estudios, conseguí una plaza en la Escuela de Ingeniería Agronómica de la UPV, fui encargada de curso, al muy poco tiempo fui agregada de Escuela Universitaria y a partir de ahí, terminé la tesis doctoral y seguí con mi carrera académica en al UPV. Siempre he trabajado mucho porque me gustaba lo que hacía y tuve la suerte de tener una estabilidad como personal de plantilla de la UPV desde muy joven. Pero la estabilidad, en lugar de acomodarme, para mí era motivo de estímulo para seguir trabajando. Me encanta mi trabajo y disfruto mucho como profesora, investigadora y como miembro de la comunidad universitaria en todas sus dimensiones. Y así he trabajado siempre, con ilusión y esfuerzo.
¿En qué ha cambiado la UPV desde que tú estudiabas con Eduardo Primo Yúfera?
Con D. Eduardo, todo era muy actual, desde la actitud hasta las líneas de investigación. No había Plan Nacional de Investigación pero él conseguía fondos para investigar y trabajamos intensamente. Hoy en día, por supuesto, ha aumentado el número investigadores y la capacidad investigadora de la universidad, la capacidad para la captación de recursos y la producción científica. Ha habido una concienciación progresiva de la importancia de la investigación dentro de la universidad y hemos crecido considerablemente en ese sentido. Prueba ello es el buen posicionamiento de la UPV en los rankings internacionales
Aunque la financiación ha caído mucho en nuestro país, nuestra producción científica sigue siendo muy alta; estamos el puesto número 10 en producción científica en la lista mundial. Otra cuestión es la transferencia, donde sí que tenemos más deficiencias. La relación con la empresa para transferir conocimiento es menor que en otros países. Pero también eso tiene que ver con las características de nuestro entorno productivo. Al final, es una cuestión global que requiere concienciación por parte de las empresas, de los investigadores y también de la administración. Cuando se puso en marcha el reconocimiento de los sexenios de investigación, los investigadores se motivaron y produjeron mucho más. Si se potencia la relación con la empresa, también los investigadores iremos en esa dirección, intentaremos acercar posiciones y ser más efectivos en la transferencia al mundo productivo. Es responsabilidad de todos.
¿Las empresas españolas están dispuestas a innovar?
Algunas sí, pero otras no pueden porque no tienen ni el tamaño ni los recursos. En este momento, además, en el que todo es muy cambiante con la digitalización, se requiere de una alta capacidad de adaptación. La innovación es indispensable para sobrevivir en un entorno muy competitivo donde las actividades intensivas en conocimiento requieren muy buenos profesionales.
¿Los jóvenes llegan a la carrera con ganas de cambiar el mundo?
Hay de todo, pero hay muchos estudiantes que llegan con mucha iniciativa, con ganas de aprender, de innovar, de buscar entornos para emplearse y autoemplearse.
La capacidad de esfuerzo es la clave del éxito, entendiendo por éxito el hecho de conseguir los objetivos que te has planteado. Y creo que, a veces, las personas que venimos de entornos menos confortables tenemos más capacidad de esfuerzo porque hemos desarrollado desde pequeños esa aptitud para la lucha y estamos más entrenadas.
Igualmente, hoy en día los estudiantes viven en un mundo más complejo, donde a veces no es fácil identificar en qué dirección enfocar. También hay mucha presión, un gran bombardeo de información y no estamos tan acostumbrados a hacer una valoración crítica de las cosas para poder definir bien los intereses.
Amparo, danos las claves del éxito para los estudiantes, para que lleguen a disfrutar de su profesión.
Para mí, es fundamental la curiosidad por aprender y por, desde tu mente, intentar pensar en los posibles retos y soluciones a los problemas que nos rodean.
Yo me considero una persona muy afortunada porque he trabajado, pero también considero que he tenido mucha suerte.
Y una pregunta obligatoria, ¿cómo ves tú la situación de la mujer investigadora?
Yo no siento que haya tenido problemas especiales por ser mujer en mi trabajo como investigadora. He dedicado mi vida a la investigación y no he tenido que hacer esfuerzos para conciliar con otras facetas de la vida. Pero es verdad, que mi caso es particular y que muchas mujeres tienen más limitadas las posibilidades para conciliar su papel de madre con la investigación que es muy exigente en dedicación.
En los entornos académicos creo que desigualdad se sufre menos porque puede haber una mayor flexibilidad horaria. En otros entornos, la exigencia de la actividad puede resultar muy dura para una mujer con deseos de ser madre y de educar a los hijos. Aunque creo que los hombres cada vez más comparten estos deseos, es cierto que culturalmente todavía la mujer lleva más carga. El cuidado de los hijos debe ser una responsabilidad compartida entre ambos progenitores para tener una sociedad más igualitaria y justa.
Sigue llamando la atención que los puestos de toma de decisiones en los entornos académicos están más ocupados por hombres que por mujeres, a pesar de que uno se presenta de manera voluntaria. Parece que las mujeres tienen menos tendencia a presentarse, pero, probablemente muchas no quieren o no pueden renunciar al tiempo dedicado a la familia. En esto, los aspectos culturales tienen un gran peso y los cambios en este sentido son muy lentos. Pero hay que seguir insistiendo para no perder el talento femenino en esta actividad.
Es un tema complejo que exige diálogo y consenso entre hombres y mujeres, para poder abordar el problema juntos con complicidad.
Un sueño que te quede por cumplir.
Me gustaría tener la posibilidad de trabajar más en colaboración con empresas, que es algo que no he llevado a cabo de una forma constante y que creo que es muy enriquecedor y una oportunidad para culminar una carrera investigadora. Me gustaría, así, poder llevar al mercado el resultado de mi investigación y que sea útil para la sociedad.