La pandemia del COVID-19 se ha vuelto, no solo universal, sino trasversal a toda la sociedad y sus sectores de actividad profesional. Probablemente estemos ante la primera pandemia de estas características en la historia de la humanidad, pues nunca la humanidad estuvo más globalizada e interconectada.
Hoy en día ya no cabe ninguna duda de que los países y sus sociedades están sujetos no solo a su actividad sino a las de toda la humanidad, pues compartimos un único planeta que se ha tornado realmente pequeño. El escenario creado por la aparición del COVID-19 es ante todo nuevo e impredecible. Estas dos características son las que van a definir no solo los acontecimientos que se van a suceder, sino el perfil de aquellos líderes que, con éxito, serán capaces de manejar los retos que surjan para minimizar los impactos negativos sobre sus sociedades.
En estos momentos, la anticipación, la adaptabilidad, la capacidad de análisis, la empatía y la determinación son más importantes que nunca para poder hacer una gestión acertada en cada escenario nuevo que se suceda. Estos paradigmas son, si cabe, más fundamentales en un sector esencial como es el sector agrícola, defendido por todos los gobiernos a nivel mundial por su enorme valor estratégico. Nuestro sector, el agrícola, es fuente de muchos factores positivos como empleo, desarrollo tecnológico, salud, …, pero sobre todo de tranquilidad social pues garantiza la alimentación de la población.
Estos meses hemos visto cómo muchas actividades podían verse reducidas o incluso paradas, pero no ha sido el caso de la agricultura. Nuestros agricultores y empresas productoras han tenido que continuar con su actividad haciendo frente a los riesgos de la exposición al COVID-19 al no poder permanecer protegidos en sus hogares. También hemos comprobado como desde muchos sectores de la población e instituciones se les ha reconocido, junto con otros colectivos esenciales, su esfuerzo y solidaridad con el resto de la población.
En el sector agrícola, ámbito en el que tengo experiencia y en el que nuestra compañía Stoller es referente mundial, los efectos del COVID-19 están siendo percibidos de muchas formas diferentes, afectando de forma trasversal a todas las actividades vinculadas con el campo.
Algunos de los efectos que hemos sido capaces de percibir hasta ahora han sido:
– Dificultad o imposibilidad de conseguir mano de obra extranjera para la realización de las labores necesarias del campo. Este fenómeno se ha repetido en casi todos los países con rentas per cápita más altas ya que tradicionalmente han empleado mano de obra inmigrante para las tareas del campo. Desde marzo hemos contemplado el cierre sistemático de fronteras entre países y el cese de los flujos migratorios, impidiendo a las personas viajar a sus puestos de trabajo tradicionales. Está claro que la imposibilidad de disponer de la mano de obra necesaria para las labores del campo está dificultando y modificando las producciones, así por ejemplo en UK la producción de frutos rojos en 2020 va a verse reducida enormemente. En España estamos viendo y sufriendo esta circunstancia en cultivos como los cítricos, el ajo y las cebollas, la cereza, la fruta temprana de Murcia, etc.
– Incremento del consumo de vegetales de primera necesidad, así como de frutas básicas o de temporada debido al confinamiento de la sociedad que ve como además sus recursos económicos se ven amenazados. Hay que comer en casa y hacerlo de forma saludable y económica, para este asunto no hay una opción mejor que las verduras y las frutas de temporada. Esto está ayudando a que los precios en origen sean un poco mejores de lo habitual. En cualquier caso, las políticas de precios siguen sin estar claras por la eterna reclamación del campo sobre la intermediación y la distribución.
– Descenso de los flujos de exportación e importación con países fuera de la Unión Europea, este efecto está golpeando mucho a países como Turquía o Marruecos que han visto como sus producciones para exportación han tenido que quedarse para su mercado interno, incapaz de pagar los mismos precios que los compradores internacionales. En estos países la agricultura está sufriendo mucho el impacto del COVID-19, un caso extremo es el de Argelia donde además de lo comentado, la distribución de insumos se ha visto obligada a parar su actividad, no pudiendo atender las demandas de los agricultores.
– El transporte de mercancías no ha afectado a todos los países de igual forma, pero claramente se ha convertido en un factor clave para el impacto del COVID-19 en la agricultura del país. El confinamiento, la posibilidad de mover mercancías entre territorios ha tenido un impacto muy negativo en regiones productoras de Italia y otros países donde las restricciones han podido ser más elevadas durante semanas.
– Los hábitos alimenticios también están cambiando y el confinamiento se ha sumado al cierre de restaurantes y bares por lo que la cesta de la compra de los hogares ha comenzado a cambiar. Estos cambios de consumo van a producir cambios en los precios de productos básicos como los cereales, verduras y frutas. Un caso curioso, pero con un impacto negativo muy importante es el de la producción de patata para la industria cuyo peso y volumen son muy significativos para regiones enteras en Europa y otras zonas a nivel mundial. El consumo de la patata para industria proviene de la industria alimentaria y de los restaurantes (especialmente de comida rápida), por este motivo su demanda ha caído bruscamente y con ello el precio en origen recibido por el agricultor.
– Tensiones en la confianza sobre la salubridad de los productos agrícolas han sido detectadas en parte de los consumidores. Los consumidores han identificado aquellos productos que procedían de regiones con niveles altos de infestación por COVID-19 como un riesgo potencial para su salud y esto ha provocado ciertas tendencias a buscar y demandar el producto de proximidad. En muchos casos estos miedos son irracionales y sin fundamento científico además de no considerar las enormes medidas de seguridad y prevención que se han establecido en muchas empresas y cooperativas del sector agrario. En cualquier caso, es un factor más que impacta sobre el normal funcionamiento del sector.
– Dentro del área financiera, considerando el entorno económico que está produciendo el COVID-19, comienza a crecer el miedo a que aumente la incapacidad de afrontar pagos dentro del sector agrario (aun siendo este uno de los menos afectados) y esto puede comenzar a plantear dificultades en la disponibilidad de créditos a los agentes que intervienen en la agricultura, dificultando el desarrollo económico e incluso la viabilidad económica de muchas empresas o explotaciones.
Está claro que los factores son muchos más de los expuestos, pues como he comentado, la pandemia ha tenido un impacto global y transversal. Todo es nuevo y además cambiante a un ritmo vertiginoso. Vamos a necesitar de la generosidad y el esfuerzo de todos, habrá que empatizar con los problemas de todo el sector y tratar de apoyarnos a través de la flexibilización de nuestras relaciones comerciales.
Stoller, desde el primer momento, articuló todas las medidas necesarias para la protección de sus trabajadores, presentes en todo el mundo, así como un gran número de iniciativas solidarias. Stoller Europe facilitó el teletrabajo a todos sus trabajadores desde el primer momento, ha incorporado protocolos de prevención y protección, así como la utilización de Equipos de Protección Individual (EPI) para los trabajadores que debían acudir a su puesto de trabajo en nuestra fábrica, puesto que la salud y el bienestar de las personas siempre es y será lo primero.
En el mes de marzo, cuando se iniciaban los procesos de ERTEs en muchas empresas, nuestra compañía decidió realizar el pago a los trabajadores del Bonus extraordinario por el rendimiento de la compañía en 2019 y así acrecentar su seguridad económica familiar.
Nuestro compromiso con la sociedad nos ha llevado a un gran número de iniciativas internacionales entre las que destaca la campaña de apoyo público a nuestros agricultores lanzada desde Stoller Europe, así como la participación en la iniciativa de la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes (AEFA) para donar mascarillas a más de 100.000 agricultores y trabajadores del campo.
Además del cuidado de la salud y del bienestar de nuestras personas, también hemos cuidado a nuestros clientes y proveedores. Tenemos la oportunidad de crear lazos de confianza y solidaridad entre compañías de forma que el “win-win” se afiance en todas las relaciones comerciales del futuro y sea tan importante generar riqueza para la empresa como asegurarse de crearla fuera de ella.
Sergio Aguilar Roig
Vicepresidente para Subsidiaras EMEA
CEO Stoller Europe
La Cátedra Stoller UPV está adscrita a la EAMN UPV