Javier Esteras, profesor de Botánica en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural (EAMN) de la Universitat Politècnica de València (UPV), lleva 43 años enseñando botánica a través de su lápiz y, los últimos 22, ilustrando la Navidad de la Escuela.
Esto es así porque Javier Esteras ha dedicado su vida a unir su vocación, la Botánica, con su pasión, el Dibujo. El amor por ambas disciplinas le ha convertido en un profesor con una sensibilidad y originalidad especial a la hora de mostrar a sus alumnos la vida de las plantas.
En esta entrevista, Javier nos habla de sus 43 años en la Escuela y de cómo su vida siempre ha girado en torno a la Botánica y el Dibujo.
Javier, ¿cuándo comenzó tu amor por las plantas?
Las plantas siempre me han gustado. En este sentido, me gustaría añadir que mi tierra, Calatayud, ha sido la cuna de excelentes botánicos a los que naturalmente me hubiera gustado conocer y emular como Benito Vicioso (1850-1929) y su hijo, Carlos Vicioso (1886-1968).
Cuando yo era un niño y acompañaba en los veranos a mi abuelo, que era agricultor y conocía muy bien las plantas, me fijaba mucho, me gustaba preguntarle cosas sobre ellas y me hacía un “mini” herbario, naturalmente, de forma muy arcaica y utilizando, claro está, los nombres populares en la zona.
Cuando con 8 años vine a Valencia a vivir, desde mi Ateca donde vivía, una de mis mayores ilusiones fue la visita al Jardín Botánico de Valencia, donde a escondidas recogía hojas, – ¡Ojo! Del suelo y, muchas veces, algo deterioradas -, creyendo que tenía un gran tesoro por tener plantas de otros continentes o países. Allí aprendí que las plantas tenían otros nombres muy raros casi irrepetibles. Aún recuerdo algunas de las primeras plantas internacionales que tuve, la Cocculus laurifolius y Osteomeles, de la que no recuerdo el nombre científico completo, pero sí el lugar en el que se hallaba, cerca de la puerta de acceso utilizada en aquella época.
Ya de mayor, dudé entre estudiar ingeniero agrónomo o biológicas, ya que también me gustaba el mundo animal y siempre había tenido animales en casa, y no me refiero a los gusanos de seda tradicionales. Al final, me decanté por estudiar Agrónomos y tuve la gran suerte de poder entrar en la Catedra de Botánica donde realicé mi tesis doctoral en el campo de las Gramíneas.
Y la pasión por el dibujo, ¿también te viene de pequeño?
Sí, realmente sí. Siempre me ha gustado dibujar – dibujo artístico se entiende -. La primera experiencia que recuerdo fue con 5 o 6 años, en la escuela municipal Virgen de la Peana, en Ateca (Zaragoza). Allí, mi padre, que llevaba la biblioteca de la escuela, estaba reunido con el director del centro, Don José, y yo llevaba mi lápiz y mi cuaderno. Mientras ellos hablaban de sus asuntos, yo me entretenía dibujando hasta que, en un momento, Don José miró lo que estaba haciendo tan entretenido y le dijo a mi padre: Justo, mira, tu hijo nos está dibujando.
Y al parecer, según me cuentan los que se enteraron del hecho, los dibujados sí que eran perfectamente reconocibles por los detalles que los acompañaban: boina, gafas, bigote, pelo, diseño de la chaqueta, dibujo corbata, etc.
Yo pienso que algo exagerarían, pero, sí, realmente dibujaba mucho.
Y seguiste dibujando, claro, porque tu tesis cuenta con la peculiaridad de que lleva tus dibujos, ¿verdad?
Así es, pero eso fue por practicidad. Como he comentado, realicé la tesis sobre las Gramíneas, en particular, sobre Taxonomía Numérica en la familia y, para ello, tenía que describir y evaluar una serie de caracteres morfológicos y anatómicos que formarían parte de las tablas.
Entonces pensé que era más entendible dibujar estos caracteres con sus estados de valoración que incorporar fotografías. Yo siempre he considerado que el dibujo es una fotografía meditada y, en consecuencia, muestra mucho más que una simple foto.

Y ya como profesor, ¿cómo recibiste los primeros encargos de dibujos?
En el año 1981 empezaba esta aventura para mí, al recibir el encargo de realizar una guía de plantas ornamentales del Camp de Morvedre para realizar poder visitas con los alumnos de los centros municipales. Como había muchas especies distintas, ya que superaban las 200 entre arbóreas, palmiformes, arbustivas y herbáceas, si tenía que fotografiar distintos aspectos de la misma para su reconocimiento, el coste de la publicación hubiera sido difícilmente asumible.
Así que apliqué mi criterio sobre los dibujos y realicé un trucaje en el que se podían ver distintos momentos fenológicos. Así, sobre una misma rama se podrían visualizar flores y frutos, y se añadían detalles florales, de fruto o de cualquier peculiaridad que resultara interesante. Esto mostraría la planta con toda su complejidad y su esplendor, haciéndola mucho más reconocible.
Y entonces llegó el encargo de la postal de la Navidad de la Escuela.
Efectivamente, fue en 1999, cuando el entonces director de la Escuela, Rafael Bru, conocedor de mi trabajo con el inventario de ornamentales de Camp de Morvedre, me pidió hacer la felicitación navideña con alguna de mis láminas. Elegí para la ocasión el fresno de flor (Fraxinus ornus), y pese a que la imagen no me satisfizo realmente, pues quedó muy reducida y poco lucidora y una firma exageradamente grande, al parecer, gustó y al año siguiente me solicitaron que eligiera otra planta para la felicitación de Navidad.
Fue entonces cuando pensé que si esto continuaba, parecía oportuno seguir un criterio y así, durante los 5 primeros años, utilicé algunos de mis dibujos, eligiendo especies con representación espontanea en la flora peninsular. Como los dibujos seguían teniendo aceptación, decidí dedicar los siguientes 5 años a frutales, cosa comprensible y casi obligada tratándose de la Escuela de Agrónomos.
Desde entonces y habida cuenta de que la mayoría de mis dibujos, un 50 % de ellos, son de especies ornamentales, decidí, mientras la Escuela así me lo pidiera, dedicar cada año la lámina a un continente diferente, naturalmente, repitiéndose las adscripciones cuando fuera necesario con un nuevo representante de su flora.
Este año, cuando se cumple el 10 aniversario de la fusión de las Escuelas, ha sido el primero en el que no he sido yo el elector de la planta elegida, ya que me pidieron que fuera el algarrobo (Ceratonia siliqua) quien ilustrara esta Navidad, como símbolo de esta unión, no teniendo la necesidad tampoco de dibujarla porque ya formaba parte de mi colección de más de 400 especies ornamentales.

Javier, ¿cómo ha sido tu paso por la Escuela?
Llevo en la Escuela 43 años, exactamente desde septiembre de 1977. Mi carrera profesional la he realizado siempre en ella como profesor de Botánica (B. Agrícola, B. Troncal, B Sistemática, Flora Ornamental) y solo en los últimos 5 años he compatibilizado enseñanza en la de Arquitectura, E.T.S.A, concretamente en la asignatura Material Vegetal del Máster de Arquitectura y Paisaje.
Empecé, claro está, como adjunto interino. Defendí mi tesis doctoral en 1981 y en 1984, obtuve por oposición la plaza de Adjunto que poco después, con la entrada de la LRU, se convertiría en Profesor Titular de Universidad. Era una época en la que no había mucha carga docente en Botánica, pero con la entrada de los nuevos planes de estudio, el del 95, 99 y, por último, el Plan Bolonia, la Botánica paso a darse en todas las especialidades de la carrera, como era lógico suponer en una Escuela de Agrónomos, incrementándose considerablemente la docencia.
Con la aparición de las asignaturas optativas, propuse la creación de Flora Ornamental, algo que según mi modo de ver era necesaria o, al menos, de mucho interés, en la formación de nuestros alumnos y que era, por así decir, el tendón de Aquiles de la titulación. En aquella época, con el repunte económico, proliferaban las urbanizaciones, la creación de parques y jardines, así como de centros de jardinería y producción de plantas ornamental para cubrir estas necesidades.
Hoy vemos plantas ornamentales procedentes de todos los rincones del planeta y se hace cada vez más necesario su conocimiento, comprender su funcionamiento, sus necesidades, hablarles, si se me permite la expresión, para utilizarlas de la forma más adecuada a sus necesidades, a su sostenibilidad y, cómo no, para sacarles todo su esplendor innato.
Como profesor que debe motivar a sus alumnos, como padre, como iaio y, naturalmente, como un ciudadano más, creo que debemos motivar a nuestros estudiantes para que elijan aquello por lo que de verdad tienen afición, aquello que les atrae, les enamora y les apasiona. En mi opinión, esto debe ser el punto de partida para una buena formación y el nacimiento de un buen profesional.
¿Cuál es la aportación de la Botánica a la sociedad?
En la Botánica, yo detecto dos vertientes. Por una parte, es una ciencia básica, por lo que es necesaria en algunos campos. Por otra, a nivel lúdico y espiritual es un maravilloso y sano hobby del que puede, y debería, disfrutar cualquier ciudadano.
Nadie respeta lo que no quiere y nadie quiere lo que no conoce. En consecuencia, si queremos que el ser humano aprenda a respetar la naturaleza hay que enseñársela para que la quiera y que sea feliz en ella. El hombre daña a la naturaleza, en la mayoría de las ocasiones por desconocimiento. A veces, también por otros intereses, ese desconocimiento, que es evitable, le hace insensible a la destrucción de su biodiversidad, con daños muchas veces irreparables (pérdida de especies, daños en los ecosistemas, etc.) pero pocas veces somos conscientes que esos daños colaterales nos alcanzan a nosotros, los humanos.
Según estos argumentos, considero que la formación en Botánica no solo es importante para nuestros alumnos que tendrán que gestionarla en un futuro más próximo de lo que pensamos, sino para toda la sociedad, en general, que está llamada a disfrutarla, y estoy convencido de que esa formación de conocimiento del mundo natural que nos rodea debe empezar ya en la escuela. Como sociedad tenemos un problema con la educación, y la Botánica y su transversalidad puede ayudar a paliarlo. El respeto a los demás debe empezar respetando y cuidando lo que es de todos, nuestro entorno, nuestra casa, sí, nuestro planeta.

¿En qué proyecto estas trabajando ahora?
En estos momentos, mi principal proyecto, dejando a un lado, claro está, mis actividades docentes, muy complicadas y poco satisfactorias en este último año, por el obligado distanciamiento con nuestro alumnado como consecuencia de la COVID-19, es la publicación del libro “Glosario ilustrado de términos botánicos”, con un marcado enfoque docente, que he escrito junto con el profesor Enrique Sanchís.
Loa términos que hemos incluido van acompañados de abundante material gráfico para una mejor visualización y, por ende, una mejor comprensión. Como ya he dejado entrever, una imagen es una excelente forma de dar a entender la idea que quieres trasmitir, y allí está nuevamente Javier Esteras acompañando los conceptos que describíamos con unas 2000 figuras o gráficos, en su mayoría tomados de material vivo. Aunque sería justo reconocer que algunos, muy pocos, menos del 5 %, y obligado por falta de material en nuestra flora, tuve que inspirarme en fotografías.
De esta forma, nuevamente lograba conciliar mi formación botánica con mi afición. El libro ya está terminado desde mitad del curso pasado y a la espera de que el maquetador nos envíe las galeradas para poder realizar las necesarias correcciones o mejoras antes de su impresión y el esperado momento del “parto”, la publicación.
Como coautor, he de reconocer que, si con la primera parte del trabajo, la redacción, he disfrutado y aprendido, con la segunda, la iconográfica, me ha resultado gratamente entretenida y relajante (búsqueda y recogida de material, realización de los dibujos, etc.).
Javier, ¿seguirás siempre dibujando?
Por su puesto y sin ninguna duda, y como soy autodidacta en esta materia, dibujo y pintura, me gustaría aprender alguna técnica como la acuarela, que se adapta muy bien a este tipo de temática. El óleo lo he practicado y aunque más fácil, no se adapta a mis necesidades.
Y entre mis metas, está continuar esa colección que inicié hace ya algunos años, y que, aunque delimitada a las plantas usadas en jardines, nunca podrá estar completa, a pesar de que planta que veo y no la tengo dibujada, trato de hacerlo lo antes posible, en algún hueco del que disponga.
Así pues, cuando me jubile, que dispondré de más tiempo, seguiré dibujando mis ornamentales engordando esta aún pequeña colección con mayor rapidez y podré ajustarme mejor a los momentos fenológicos más interesantes, con lo que tendré el entretenimiento y la relajación asegurados. No oculto que me gustaría ver publicada cuando estuviera más completa esta colección, pero por ahora hay importantes ausencias. Esto sería un feliz matrimonio entre dos de mis aficiones, la Botánica y el Dibujo.