El sistema alimentario debe hacer suyos los objetivos de la FAO sobre seguridad alimentaria, es decir, conseguir que todas las personas tengan acceso físico y económico a suficientes alimentos nutritivos y seguros que les permitan llevar una vida activa y saludable.
Como sabemos, no estamos cerca de alcanzar la seguridad alimentaria y todavía hoy pasan hambre o están malnutridos más de 800 millones de personas. La FAO ha mostrado su preocupación debido a que en los últimos años, esta cifra está en aumento. Además, tendremos que observar si la actual crisis generada, a nivel global, por la pandemia del Covid-19, provoca efectos indeseados en la disponibilidad de alimentos, así como cambios en los hábitos alimentarios.
El desafío de alimentar a toda la población no se resuelve solo con decisiones políticas o económicas. En el mundo desarrollado, una tercera parte de los alimentos que se desperdician se pierden después de haber llegado a nuestras casas, mientras que las otras dos terceras partes se pierden porque las semillas que plantamos no eran adecuadas al lugar; por pérdidas causadas por distintos estreses bióticos o abióticos; por pérdidas durante la post-recolección o durante el transporte o el almacenamiento, y también por razones socioeconómicas, por ejemplo, si no se alcanzan unos precios de comercialización adecuados. Por si esto fuera poco, los demógrafos nos advierten de que entre hoy y finales de siglo tendremos que alimentar a 2.500 millones de personas más.
Para responder a este desafío es necesario, como propone la Fundación Triptolemos, analizar el sistema alimentario en un contexto de globalización, sostenibilidad, seguridad y cultura alimentaria. Este modelo holístico se acerca al sistema alimentario desde la disponibilidad de alimentos que sean suficientes y nutritivos para todas las personas incorporando el estudio de los factores económicos que subyacen el comercio sostenible y la distribución agroalimentarias y los factores políticos y las regulaciones que hacen posible el correcto funcionamiento del sistema, así como los factores culturales ligados a las tendencias gastronómicas, a la educación, la cultura y el comportamiento de las personas frente a los alimentos que cada vez van a dar mayor importancia al binomio nutrición y salud personalizada.
Si buscamos el papel de la biotecnología para contribuir al sistema alimentario global veremos que está implicada tanto en la disponibilidad de alimentos, como en su accesibilidad económica y que su uso está sujeto al marco político regulatorio y sociocultural.
La producción de suficientes alimentos necesita disponer de suficientes biotecnólogos formados y de herramientas innovadoras. Desde el siglo XIX las universidades españolas, conscientes del valor económico y social de la alimentación, diseñaron estrategias que les permiten formar personas fundamentalmente en las Escuelas Superiores de Ingenieros Agrónomos. Estas estrategias pasan por la incorporación continuada de conocimientos y de tecnologías para enfrentar el desafío de producir alimentos para todos.
Si nos centramos en el eje de la disponibilidad de alimentos está claro que vamos a necesitar mucha innovación, y es en el ámbito de la mejora genética de plantas donde la Ingeniería genética y la biotecnología han demostrado ser instrumentos que permiten aumentar la productividad de los cultivos al tiempo que contribuyen a mitigar problemas ambientales asociados a la agricultura industrializada, como el uso de combustibles fósiles, la pérdida de suelo por erosión o la contaminación de suelos y aguas por el uso de productos fitosanitarios.
La ingeniería genética ha permitido eliminar definitivamente la barrera del cruce sexual para incorporar genes responsables de los caracteres deseados a los cultivos. Así, en las últimas dos décadas, la superficie acumulada de cultivos transgénicos de primera generación ha sido superior a 1.500 millones de hectáreas, lo que es equivalente a una superficie treinta veces la de España. En el año 2018, el 80% de la producción mundial de soja, el 30% de la de maíz y de la de colza y el 70% de la de algodón fueron transgénicas, lo que da una idea de su impacto en el sistema alimentario.
En los últimos años se están desarrollando herramientas de mejora genética derivadas del uso de tecnologías de edición genómica como CRISPR/Cas. Estas tecnologías permiten aumentar, de forma precisa, la variabilidad de los caracteres de las plantas de cultivo asociada a la mejora vegetal utilizadas hasta la fecha, esto es, permite añadir a las estrategias de base física (uso de radiaciones) y química (uso de compuestos mutagénicos), estrategias biológicas, ya que mediante la edición genómica es posible cambiar específicamente un único gen o incluso varios sin alterar el resto del genoma. Sin embargo, las estrategias utilizadas con anterioridad basada en radiaciones o en agentes mutagénicos producen multitud de cambios genéticos al azar.
De esta forma, desde 2014 se han publicado numerosos trabajos dando cuenta de cambios responsables de mejoras de caracteres concretos en numerosos cultivos utilizando técnicas de edición genética, por ejemplo. La introducción de resistencias frente a muchos estreses bióticos y abióticos. Para reflexionar sobre el papel de la Biotecnología y de las nuevas herramientas innovadoras derivadas de la edición genómica para la producción de alimentos se puede consultar el informe, Beltrán, J.P. et al. (2020)
En definitiva, frente al enorme desafío consistente en erradicar el hambre del mundo y producir alimentos para 2.500 millones de personas más al final de este siglo, y además, hacerlo de manera sostenible, encontramos un abanico de disciplinas y herramientas alrededor de lo que en sentido amplio podemos denominar como biotecnología que incluyen: la capacidad de secuenciar genomas; la obtención masiva de datos y su análisis mediante abordajes bioinformáticos; la búsqueda e interpretación de los datos masivos; el aislamiento de genes y el conocimiento de sus funciones; la capacidad de sintetizar instrucciones genéticas complejas utilizando técnicas de ensamblaje molecular; la capacidad de incorporar esas instrucciones en lugares precisos del genoma, todas ellas constituyen herramientas para perseguir la Seguridad Alimentaria.
Por otra parte, el desarrollo de disciplinas como la Nutrigenética o la Nutrigenómica están sentando las bases para conseguir avanzar, de la misma forma que la medicina quiere ser medicina personalizada, para conseguir convertir también la nutrición en nutrición personalizada, esto es adecuada para que las personas puedan disfrutar una vida activa y saludable, principio que forma parte también, como hemos visto, de los objetivos de la FAO para la Seguridad Alimentaria.
José Pío Beltrán Porter
Presidente de la Fundación Agroalimentaria TRIPTOLEMOS.
Miembro del Comité Externo de la Comisión de Biotecnología de la EAMN UPV