El profesor de la Escuela, José María García Álvarez-Coque coordina el curso online MOOC Despoblación Rural, que comienza el 21 de abril de 2020.
En un momento de confinamiento como el que estamos viviendo, se unen en este curso dos posibles soluciones a la crisis del coronavirus e incluso al cuidado del medio ambiente: la formación online y la vuelta a la vida rural.
Hemos hablado con el profesor para conocer su opinión en ambos campos desde su experiencia.
José María, ¿cuáles son las ventajas de la formación online?
Para las personas residentes en área rurales remotas, la docencia online puede ser crucial porque la distancia deja ser una barrera al aprendizaje. Pero hay otra ventaja que es la de crear grandes comunidades de experiencias personales con expertos que difícilmente podrían conocerse personalmente.
¿Cuántas personas se suelen inscribir en estos cursos que organizas?
En el primer MOOC sobre agricultura en castellano, el curso “Retos de la Agricultura y la Alimentación en el siglo XXI”, lanzado por la UPV, participaron 15.000 personas en el conjunto de las cuatro ediciones que realizamos. “Despoblación Rural”, que se inicia en breve, pareciera ser un curso de interés especializado, pero ya vamos en camino del millar de inscritos.
¿Deberíamos poner en valor esta formación e impulsarla?
Con las tecnologías disponibles, la fórmula ofrece un aprendizaje dinámico al ritmo de las personas participantes, con recursos de calidad y posibilidad de innovar. No pretende sustituir la enseñanza presencial en todos los casos, pero sí pueden complementarse con ella perfectamente. Con la crisis del COVID-19, la semi-presencialidad ganará puntos en la enseñanza universitaria. Las sesiones presenciales en los campus deberían orientarse fundamentalmente a la aplicación, la práctica y la discusión.
En algunas localidades rurales, de montaña, el acceso a internet no está garantizado, teniendo mala cobertura en muchos casos. ¿Sería un punto a reforzar la conexión a internet en las zonas rurales?
La digitalización es una gran oportunidad para las zonas de acceso remoto. Lo hemos visto en la situación actual de emergencia sanitaria, pues hemos evitado que resultase también una emergencia alimentaria gracias a las plataformas y redes online para la distribución de alimentos. Es urgente la cobertura de red de fibra en todos los núcleos de población y en pocos años debería haberse implantado la cobertura móvil 5G. La digitalización, ahora más que nunca, es una oportunidad para la producción, los servicios y el comercio.
Y unimos así ambas situaciones, es decir, ¿qué medidas se pueden tomar para impulsar la vuelta a la vida rural?
Hace falta, antes que nada, una estrategia clara y decidida que haga que vivir en zonas rurales no sea una desventaja para la población, en términos de conectividad y de servicios. Es una cuestión, sobre todo, de derechos. Me consta que las instituciones locales, autonómicas y estatales están trabajando en ello, como lo hace la Cátedra AVANT de lucha contra la despoblación, auspiciada por la Generalitat Valenciana.
En este tipo de cursos, ¿ya vas viendo interés de los diferentes agentes (emprendedores, cooperativas, ciudadanos, administraciones…) por la vuelta a la vida rural?
De hecho, el curso responde a esa demanda. Cuando decimos vida rural nos referimos a una mejor calidad de vida, no de manera bucólica o voluntarista. Hay colectivos de jóvenes profesionales que valoran espacios de co-working o hábitats polivalentes para residir en los pueblos.
¿Cuáles son las ventajas de este tipo de vida? ¿Cómo podemos ponerla en valor para que haya personas que la elijan y la cambien por el ritmo de vida estresante y rápido que se lleva en las ciudades?
Yo creo que la comunidad universitaria de la Escuela conoce muy bien las ventajas de vivir en el medio rural. Y no haría falta mucho para convencer a la sociedad, pero sí una mayor divulgación de dichas ventajas. Pero vivir en los pueblos no debe significar enfrentar mayores problemas, por ejemplo, de escolarización. Ni ver limitada la capacidad de los profesionales para iniciar un negocio. Otro aspecto crucial es que los jóvenes requieren espacios de relación social, con mucho apoyo a la cultura, deporte y ocio. Es una suerte que el sistema alimentario pueda contribuir a crear dichos espacios. Los jóvenes no residen en el medio rural para vivir aislados, sino para relacionarse y desarrollarse cultural y profesionalmente.
¿Cómo puede contribuir la Escuela a poner en valor la vida rural?
Lo primero es que la propia comunidad docente de la Escuela se lo crea y lo transmita a la sociedad. Los programas de prácticas o Erasmus Rural pueden ayudar, con incentivos mediante créditos y reconocimiento. La semi-presencialidad en los programas puede ser otra línea de trabajo. Finalmente, la extensión universitaria como la que realizan varias Cátedras de Empresa de la Escuela, como la propia AVANT y la Cátedra Tierra Ciudadana, por citar dos ejemplos.
¿Y desde las administraciones? ¿Qué medidas deberían tomar?
Se debe fomentar el emprendimiento individual y cooperativo para valorizar los sistemas alimentarios locales, con sus productos de calidad y su comercialización de proximidad. Y sobre todo, los procesos administrativos y la normativa que facilite ese desarrollo. No hay que olvidar los servicios ambientales de las áreas forestales y la agro-biodiversidad que deben ser remunerados por la sociedad, ya que son fundamentales en la mitigación y adaptación al cambio climático. La administración debe encontrar herramientas para certificar y compensar esas funciones, a través de la PAC y otros mecanismos voluntarios como la custodia del territorio.
En la situación del coronavirus, se ha visto que el virus no ha afectado a ninguna persona en algunos pueblos rurales pequeños. ¿Es este hecho un importante motivo de reflexión acerca de la vida que llevamos en las ciudades?
Es todavía pronto para valorar el desarrollo e impacto del virus en los municipios rurales. Es claro que el estilo de vida y la densidad poblaciones pueden afectar, pero no quiero pensar qué podría haber pasado en momentos de verano en los que la gente viaja a los pueblos con población de avanzada edad. El COVID-19 sí es un motivo de reflexión sobre la contribución del medio rural a la alimentación de las ciudades. Pero debe convencernos por muchos otros motivos, más allá del COVID.
Para terminar, un mensaje de ánimo. ¿Se puede volver a la vida rural con garantías de tener una vida digna y feliz? ¿Con qué valores deberíamos conectar para ello?
Lo más importante es que la sociedad en general empieza a creerlo. Es nuestra labor en la Escuela proporcionar información para desvelar las grandes oportunidades que ofrece la vida rural. Dos valores son la responsabilidad y la solidaridad, que siempre han estado presente en el mundo rural.